viernes, 21 de abril de 2017

El Des-Enlace


(I) Recapitulación.


Hace cinco años y pico dejamos a la feliz pareja más o menos cómodamente instalada en su prestado y flamante adosado en urbanización de alcurnia, a La Niña ya esposa trabajando por cuenta ajena en el departamento de publicidad y marketing de una empresa del textil y con el Figura, ya esposo, ejerciendo de fotógrafo publicitario autónomo con desigual fortuna. Con eso de "desigual fortuna" pretendo decir que unas veces cobra y otras no. O sea, la cosa regular tirando a mal. La sede de la actividad fotográfica (se ha especializado en moda) ejercida en solitario es un local comprado ex profeso por el Rey de Oros tras la fastuosa boda. Todo el apero: cámaras, óptica, focos, reflectores, mesas de maquillaje, fondos, etc. (que cuesta un huevo) ha debido de ser adquirido también por el mismo pagano porque, recuerden, el Figura lo único que puede aportar es eso: figura. Otro desembolso, sin duda del mismo origen, ha sido la asistencia del artista a unos carísimos cursos de fotografía de moda realizados en Madrid con profesorado seleccionado de entre la flor y nata de los fotógrafos de moda patrios. Al final el potentado se decidió a invertir en su familia política. Cierto es que siempre dudé de que lo hiciera y, como veremos más adelante puede haber permitido y propiciado la catástrofe. Los caminos que llevan al infierno están pavimentados con buenas intenciones.

Sigamos con el tema económico: Ni de coña hay en la familia Niña-Figura ingresos suficientes para mantener la casa y la vida de la pareja. Ha de haber algún desprendido capitalista (vuelta a lo mismo) que aporte lo faltante. No es necesario imaginar quién. E obvio.

En los, digamos, tres y pico de años siguientes al último post, el de 5 de noviembre de 2011, la vida de la pareja siguió así y no produjo ningún hecho destacable. Todo de lo más aburrido cuando, de repente…


 (II) El Salto Cuántico.

Al Figura le sale un trabajo. Esperen, me explico: participó en un ‘casting’ de fotógrafos para el departamento de publicidad de una importante y afamada empresa del textil y logró uno de los puestos que se ofertaban. Abandona el “estudio” cuyo material es liquidado a precio de saldo y se coloca por cuenta ajena. Bien: ingresos fijos y no el salto de mata que llevaba hasta ahora. Enhorabuena.

Pero ¡ay! El puesto de trabajo está lejos, a unos doscientos y pico de kilómetros de la casa de los suegros del Figura y de la casa de la pareja, la que con tanto cariño, dinero ajeno y, sobre todo, bombo se puso.

Recuerden: casa propiedad de los suegros del Figura como todo lo demás: el coche, el local, la factura de la luz, del agua, del gas y hasta, créanme, la de la peluquería del novio.

Hay que encontrar un nuevo hogar, hacer la mudanza… el típico follón de un traslado. La importante empresa lo paga. Menos mal, un gasto menos para... el Rey de Oros.

Se meten en un piso de alquiler que paga la pareja. Nada parecido al domicilio anterior como pudimos comprobar un tiempo después. Esto de ahora pierde por muchos puntos. Bien situado pero tiroteado por mil inquilinos y conservado por la propiedad muy por debajo de la raya de lo presentable.

Pero a pesar de las dificultades y como pasó con los muebles de Ikea (ver post correspondiente), todo son elogios; no sólo al espantoso piso sino a la empresa, a su departamento de fotografía, a la extraordinaria organización, al sistema de trabajo, al horario y hasta a su excelente comedor para empleados.

La joven esposa, a pesar de sus limitaciones (lo diré claro: es tonta del bote) encuentra trabajo, no sabemos muy bien de qué, en otra empresa de allí mismo (disculpen que no diga dónde, Vds. me comprenderán) y que, curiosamente, tiene la misma actividad que la abandonada por el traslado. Uno, de natural mal pensado, no puede evitar ver la mano del Rey de Oros. Acontecimientos que aún quedan lejanos en el tiempo, pero no tanto en este relato, harán ver que esta sospecha no tendría por qué ser un disparate.


(III) Algo no va bien en el Reino de Dinamarca.

El nuevo trabajo del Figura requirió, a poco de comenzar, frecuentes desplazamientos a otra de las sedes de la empresa situada a más de mil kilómetros de distancia. El traslado por vía aérea y el alojamiento en hotel iban, como es lógico, a cuenta de la empresa.

Al poco el Figura anuncia el inminente traslado a una ciudad próxima a esa sede tan lejana. Esto no tuvo nada de chocante pues hubo semanas (hasta donde yo sé) con más días laborables en el más allá que en el más acá. Sería la segunda vez que el figura se traslada a una residencia que tiene que buscar él y en esta ocasión se repitió el protocolo que se puso en marcha en la primera, quisiera describirlo pero me falta capacidad de hacerlo. De repente el mundo gira ¡qué digo el mundo, no, el universo! en torno a ese nuevo piso aún por encontrar. La madre del Figura, mi mujer, recibe interminables llamadas telefónicas en donde se le va informando de todos y cada uno de los pisos que su hijo ve, ventajas, inconvenientes, precios, distribución, superficie, estado del edificio, etc. Pero todo en plan muy intenso, en plan drama, en plan asunto transcendental del que dependiera el futuro de la humanidad o algo. Ya ves tú que todo eso a mi señora se la refanfinfla aunque, madre en el fondo y a su pesar, le da consejos, su opinión, etc.

En fin, que en eso estábamos cuando... nada de nada. Aquello se lo tragó la tierra. Nunca más se supo. Siguieron donde estaban.

Raro, raro. Muy raro.

Pocos meses después del salto cuántico la madre del novio me dijo: quiero ver  el piso del Figura, podríamos ir, pasar allí una noche y volvernos a la mañana siguiente; tienen un cuarto para invitados. A ver qué le iba a responder. Fuimos.

El acto culminante de la visita de poco más de 24 horas fue una cenita de los cuatro en un figón próximo al domicilio de la pareja protagonista de estas mal contadas historias. Naturalmente pagó mi señora pero lo más interesante de la velada fue una explosiva confidencia del novio: mi jefa es idiota, no tiene ni idea, no organiza bien el trabajo, pretende fotografiar tal cosa de esta manera cuando eso destacaría la mala calidad del producto, le envío emails, no los lee y encima me echa en cara que no le informo...

¡Huy, qué cosa más chunga! ¡Pero chunga, chunga, chunga!


(IV) El Segundo Salto. Doble O Nada.

El figura cambia de empresa.

Se veía venir después de lo de la cena. La nueva nueva empresa es del mismo gremio que la antigua nueva. Potente y con nombre. Aunque no tanto como la otra. Ha transcurrido apenas un año.

Cambiar de residencia es obligatorio y añade otros ciento y pico de kilómetros a la distancia a la casa madre. Cuando digo Madre quiero decir de todos los dineros que la pareja necesita para tirar mes a mes. Cuatrocientos kilómetros hasta la residencia habitual del Rey de Oros. Ochocientos kilómetros de viaje de ida y vuelta no es una cosa para hacer todos los fines de semana. Se van, pero esta vez la Niña no encuentra trabajo o no lo busca, no lo sé, tal vez los dedos de papá no son lo suficientemente largos.

La falta de relación de mi mujer y de un servidor de Vds. con los padres de La Niña hizo que nos perdiéramos las caras que debieron de poner con ocasión de este segundo salto. Hubiéramos pagado por verlas.

Ubicados en una vivienda notablemente mejor que la anterior pero en un ambiente extraño, con una vida e incluso un clima al cual no están habituados, doblan la apuesta: la Niña queda preñada.

La ilusión es máxima, universal. Dibuja sonrisas en todas las caras. Arden los facebuques del matrimonio, amigos y familiares. La criatura más guapa, más afortunada, más deseada, más querida pronto va a llegar. Es el primer nieto o nieta de la única hija del matrimonio más feliz y con más dinero que nadie… de su entorno.  La felicidad aparente de las dos parejas revienta los límites del sistema solar. Se desencadena una ola de kitsch que nos llega a todos más arriba del culo.

El embarazo transcurre como Dios manda y el alumbramiento, algo trabajoso como en todas las primerizas, tiene lugar en un flamante hospital público de la ciudad donde reside el Rey de Oros. Ni locos la Niña iba a parir lejos de sus padres ¿A que no os sorprende?

Es un varón. Por fuerza ha de ser el más apuesto a este lado del Mississipi y al otro lado también, a ver quién le lleva la contraria al tío de los dineros.

Por cuestiones laborales, a este humilde relator y a su señora, la madre del Figura, nos pilla el acontecimiento lejos. Hacemos cuanto podemos por volver rápido pero llegamos al día siguiente del galáctico acontecimiento, justo cuando, según nos dicen, están a punto de abandonar el hospital todos ellos: el bebé, la madre, el padre y el resto del matrimonio, es decir los padres de la Niña. Nos piden retrasar unas horas la visita y hacerla en la casa del Rey de Oros donde la recién estrenada madre pasará una temporada para recuperarse de las fatigas del trance. Naturalmente accedemos, Dios nos libre de ser un estorbo.

Acudimos a eso de las siete de la tarde. Nos reciben los consuegros de mi mujer y el Figura. El sol del cercano ocaso entra amarillento por las ventanas del costado oeste del piso iluminando un salón del tamaño de una lonja de subastar pescado. Este salón abre uno de sus laterales a una cocina magnetohidrodinámica o algo así con pinta de poco o ningún uso. Una especie de mesa reglamentaria de ping-pong puesta en vertical resulta ser el televisor. Nuestros zapatos profanan madera maciza que, al paso, suena del grosor de un paquete de mantequilla del Mercadona. Curioso: no hay obras de arte a la vista. Con nuestras plebeyas posaderas desairamos los cojines de suave piel color crema, casi blanca, de un celestial sofá de tres plazas RocheBobois auténtico, muy poco parecido a los del folleto del Conforama depositado hace unos días en nuestro buzón.

Nos hacen esperar unos minutos pues la madre está con otra visita, salen y pasamos a lo que resulta ser el dormitorio de los padres de la Niña. Allí, en medio de una cama tamaño a juego con el salón está el niño. El niño y su madre. Tumbada en la cama pero no dentro. Parece que algo o alguien la hubiera depositado suavemente sobre el cubrecama.

Lo más chocante: está vestida y arreglada como para salir a la calle. Esto yo no lo había visto nunca. Lo normal es encontrar a madre tan reciente en bata o en lo que sea que uno se pone para estar en casa pero no así. Si alguien tiene una explicación que no se la guarde y nos la cuente.

Tras alabar sinceramente, es decir, con toda la sinceridad que puedo, a la madre y al niño y felicitar al padre de la criatura, los dejo en aquel aposento extraordinario en compañía de la señora de este servidor de Ustedes, y vuelvo al amigo RocheBobois, donde me entretengo hojeando una revista especializada en la revisión y comentario de relojes suizos de altísima gama que alguien, seguro que casualmente, había dejado por allí. Los consuegros de mi señora ya no estaban, marcharon a comprar la cena, pueden interpretarlo como quieran. 

La aparición en la estancia del Figura con su madre indicó el fin de la visita. Regresé al santuario, digo al dormitorio, donde solo faltaban el olor a incienso y un cuarteto de cuerda interpretando el adagio de Barber, a despedirme de la recentísima madre y nos marchamos. Fue nuestra primera visita al piso del Rey de Oros y, no lo sabíamos entonces, había de ser la última.


(V) El Principio Del Fin.

Transcurrido el permiso de paternidad (es el padre quien está de permiso, recuerden que la Niña no trabaja) la pareja regresa a su casa en el más allá. No les puedo poner, por razones evidentes y para no dejarles el monitor hecho un asco de babas y almíbar, las fotos del feliz quinteto publicadas en las redes sociales así como los comentarios de ellos mismos y conocidos. Antes fue la barriga de la madre, ahora es el niño en brazos del padre, el niño en brazos de la madre, de la mujer del Rey de Oros… poses estudiadas, composiciones perfectas. No olvidemos que hay un profesional de la fotografía, y bastante bueno, en casa.

Pero algo falla. Algo falla a lo grande.

En los meses siguientes la Niña pasa en la casa de sus padres semanas enteras y con bastante frecuencia. Al principio lo achacamos a que la inexperta madre se agobia con el niño y no le damos importancia. El Figura, aprovechando fines de semana, lleva a las dos joyas que viven con él a casa de sus suegros, deja allí el tesoro y vuelve solo al más allá. Los recoge el finde siguiente. Vale que eso ocurra una vez pero, ya lo he dicho, no tan a menudo. La cosa canta. Mucho. Primer aviso.

Volvimos a ver a la pareja y al niño, a los cuatro meses del alumbramiento, con motivo de una reunión de la familia de mi mujer en su tierra de origen. Aprovechamos para cenar con ellos. En el restaurante la Niña está histérica, el Figura muy trankilo, el bienvenido llora sin parar, la cena está en la mesa y la situación no es cómoda aunque nada extraordinaria, los niños suelen llenar todo de mierda, son así. Pero la pareja decide que madre e hijo marchen al cercano alojamiento, la cena se hará lo más breve posible y el padre se reunirá con ellos cuando termine. Acompaño a la madre hasta la puerta del hotel. Durante el paseo el niño se tranquiliza y se duerme. Han sido cinco minutos de ida al hotel y dos o tres la vuelta al restaurante pero nada más sentarme se produce la primera llamada telefónica de la Niña. La segunda y última es a los diez minutos. El Figura, con cara de funeral, se levanta, se despide y se va. Media cena se queda en la mesa, anulamos un par de platos que estaban sin servir y nos vamos. Este servidor de Vds, el que limpia la mierda, no volverá a ver al niño ni a la imbécil (en el buen sentido de la palabra) de su madre jamás. Laus Deo.



(VII) El Salto Mortal. Tú a Boston, yo a California.

Esta historia toca a su fin. La madre del Figura recibe una noticia sorpresa: el buen hombre tiene un nuevo trabajo. Ha enviado su curriculum vitae a otras empresas de lo mismo y, tras la pertinente entrevista, en una de ellas lo contratan. Debo informaros que esta nueva, nueva, nueva entidad (van tres) es menos conocida pero fabrica de mejor calidad que las dos anteriores y, además, tiene más proyección y prestigio internacional. Parece una mejora pero nos extraña lo poco que le dura al colega un trabajo que, al parecer, hace bien. Habían transcurrido algo más de dos meses de aquélla última y frustrada cena.

El lugar a donde debe marchar se encuentra en España pero a mil doscientos kilómetros por carretera del piso-palacio del Rey de Oros que es, no nos vamos a engañar a estas alturas, el auténtico hogar de la Niña.

Todos estos traslados, follones e inestabilidades debe de parecerse muy poco a la vida que Rey de Oros y Señora planearan para su única hija.

El nuevo y tercer trabajo comienza en mes y medio.

Debo hacer un inciso: No puedo reproducir aquí las circunstancias y contenido exacto del relato cargado de comentarios racistas largado por el Figura revelando el "auténtico" motivo de su marcha de la segunda empresa en menos de dos años. Exacto, lo han adivinado, el mismo de su salida de la primera: no aguanta a sus inútiles jefes. Estos oídos que se comerán los gusanos fueron testigos directos de la perorata por pura casualidad, yo no debería haber estado allí. 

Se va pero no se llevará a su mujer ni a su hijo. ¿Les sorprende? Ha acordado todo el club, quiero decir el cuarteto, que ambos residirán en la ciudad de donde salieron hace no mucho más de dos años. Allí, nos cuentan, los padres de ella tirarán una vez más de talonario y les arreglarán un apartamento que poseen en el mismo edificio donde está el piso-palacio. Mientras tanto vivirán con ellos. Sorprendentemente la Niña encuentra trabajo en... la misma empresa donde trabajaba antes de la diáspora ¿Recuerdan lo que les decía de la mano del Rey de Oros?

El Figura recorrerá la distancia que separa a las dos partes de su familia cuando pueda y con los medios de transporte que estén a su alcance ¿Qué puede salir mal?

¿No les parece a Vds que algún adulto miembro del cuarteto debería haber dicho que todo esto es un disparate? Al contrario. Todos parecen tener claro que el futuro profesional del Figura está en este nuevo salto y que merece la pena hacer el sacrificio. Así las cosas el fotógrafo se busca en el más allá del más allá un apartamento de una habitación y hace la mudanza en el coche pequeño, aquél que el Rey de Oros había comprado a la Niña quien se queda con un enorme SUV nuevo, regalo del magnate a la pareja por haberle dado un nieto (Casualmente tanto ese nuevo auto como el pequeño están a nombre de la firma del potentado; detalle sin importancia ¿verdad?) Se lleva todos sus efectos personales, es decir la ropa, el Iphone de pijo, la brocha, la cuchilla y el jabón de afeitar ¿Ven ya la jugada? Sí, queridos amigos, el nuevo trabajo lo consigue el sinvergüenza, pero la oportunidad la aprovecha el hombre de negocios.

El Figura se traga el cebo, el anzuelo, el sedal y parte de la caña ¡Estoy disfrutando como un enano!

El primero en decir en casa lo que es obvio soy yo: ese matrimonio se ha ido a la mierda. La Sra. de este humilde servidor me gana la partida diciendo que lo sabe desde antes de la boda. La creo.

Aprovechando uno de los viajes desde más allá del confín de la galaxia se planea una comida que reúne a mi mujer, al Figura, a uno de los hermanos del Figura (el que puso y quitó las flores en mi coche cuando la boda) al marido de éste (sí, han leído bien), a la Niña y al bebé. Nadie habla de lo que está por pasar. El evento social, al cual no asistí por motivos laborales, transcurrió con normalidad. Según testimonio de mi mujer no parecía que hubiera malos rollos. Sin embargo, el matrimonio enfilaba sus últimas semanas.

El niño con más suerte del mundo y el más guapo y fotografiado del continente europeo cumplió su primer año de vida poco después. Se celebró con una fiesta a la altura del Rey de Oros. En palabras del padre de la criatura, venido ex profeso desde el límite del universo observable, aquello pareció el cumple de Froilán. Sí, Froilán, el hijo de otra tonta. Mi mujer no pudo asistir por motivos de salud: no le dio la gana a pesar de la invitación telefónica de la Niña. La fiesta de cumpleaños de la mierda del niño fue, a la vez, la ceremonia de clausura del matrimonio.

La siguiente noticia fue el comienzo de las negociaciones de los términos del divorcio. De una parte el Figura, de la otra… ¿la Niña? No, hombre, no. No me sean Vds. ingenuos, de la otra parte el Rey de Oros, nunca hubo nadie más. El matrimonio, queridos amigos, no fue con la Niña, no. Fue del fotógrafo con el Rey de Oros y su dinero. Lo que pasa es que había que poner un chocho de por medio.

FIN

Post Scriptum: Se me olvidaba, le hicieron devolver el coche pequeño. El Figura, el gran Sobrao, el pijo, el no va más, agachó cabeza y rabo e hizo los mil doscientos kilómetros en una etapa. Volvió en avión sableándole el importe del billete a mi señora, su madre. Broche de oro. Sinvergüenza y desgraciao de mierda hasta el final.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Un Caldero de Mierda

En un post anterior tengo dicho que el padre del novio, el suegro de la novia, es un sablista de libro. También creo haber especulado con la posibilidad de que acabara pidiendo, o lo hubiera hecho ya, dinero al Rey de Oros, padre de la novia y suegro implacable del novio. No, no sé si habré acertado o no.

Debo confesar, a estas alturas, que la información que me llega de la pareja es escasa o irrelevante y, si unimos a eso mi natural flojera, se puede explicar la falta de actualizaciones del blog. Qué le vamos a hacer. Tampoco debe haber mucha gente leyéndolo.

En todo este tiempo lo único destacable es que el Rey de Oros le ha puesto un local al novio para que instale en él su negocio. Por ahí tengo dicho, perdón, quiero decir escrito, cómo se las apaña para matar el tiempo. Ah! Por si alguno podía dudarlo: el local no está a nombre del novio. Ya dije que el dogal era de cable de muy buen acero. Creo que el novio paga la luz y el agua, aunque de ninguna de las dos cosas hará un gran consumo.

Bueno, a lo que iba, que siempre acabo subido a las ramas, debe ser la herencia de los primates: el suegro del novio tiene varios negocios en marcha. El que posiblemente más contribuye a su fortuna (o al menos el más seguro) es un establecimiento que está abierto al público. La gente acude y, a cambio de dinero, se lleva determinada mercancía que deja un muy buen margen. La naturaleza del negocio no es precisamente favorable a transacciones a crédito, o a plazos; todo es “cash” o a lo sumo tarjeta de crédito, que viene a ser  lo mismo. El valor de la mercancía, considerada por unidades, no es muy alto. No hablamos de coches, electrodomésticos ni cosas por el estilo. Te la llevas en una bolsita.

Y aquí aparece el sablista, el consuegro del figura de la baraja. Se ve que ha cogido la costumbre de acudir al negocio, solicitar mercancía, llevársela y pedir que anoten su importe en la cuenta del hijo. Todo esto sin conocimiento del novio, es decir del coprotagonista de nuestra historia y figura estelar del blog.

Ea, el otro día la madre del novio recibe una llamada de su hijo llorándole porque el importante suegro le había llamado (tal vez por persona interpuesta) afeándole la práctica comercial de su padre y advirtiéndole que “la cuenta” había llegado a una cierta cantidad. El dolido novio se quejaba de la vergüenza que le habían hecho pasar, de las cosas que tenía su padre y tal. No recuerdo exactamente la contestación de la madre ni creo que sea relevante. En resumen vino a decirle que cubriera la deuda y pidiera al espabilado consumidor abstenerse en el futuro de repetir, al menos con el consuegro, tan peculiar modo de adquirir bienes o servicios. Supongo que es lo correcto.

Pero ¿a cuánto ascendía la “púa”? ¿En cuánto estaba perjudicando el tarambana la salud comercial del potentado que manda cortar y coser sus trajes a medida en Hong-Kong? En nada menos que veinte y siete euros. Veinte y siete. Una pequeña fortunita. No me atrevo a poner la cantidad en pesetas no me haga overflow el blog. ¿Tenía dicho lo que le esperaba al novio?

Luego pensé: yo hubiera ido a la tienda, cubierto la deuda y entregado a cuenta otros cien o doscientos euros más para ir cubriendo sucesivas “extracciones” de mercancía, con el encargo de avisar cuando se fueran agotando. Habría sido un buen hostión pero claro, a lo mejor le dicen: “oye, chulete, que esos cien euros también son míos”.

Tonterías las justas y la mierda te la tragas a calderos, que te piras con lo puesto.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Cambiando de tema

Esto no tiene nada que ver con la boda pero si no lo cuento reviento.

Habíamos quedado la suegra de la novia y yo en ir a ver una casa para alquilar. No estaba cerca, teníamos que coger el coche y tal.

Como viene siendo habitual le recuerdo a la suegra de la novia que lleve las gafas. Oye, Margarita, coge las gafas. No me hagas lo de siempre. Que vamos a ver una casa no a palparla. No se te olviden.

Damos unas cuantas vueltas un poco perdidos hasta dar con el edificio. El propietario nos esperaba y enseguida estábamos dentro. No estaba mal la casa, para mi gusto, pero tampoco estaba terminada y no nos convencieron las promesas de acabar en plazo breve. Lo cierto es que la casa tenía un diseño a la vez atrevido y sobrio pero con algunos inconvenientes de comodidad de uso obvios, debido precisamente a la audacia del diseño. No los voy a enumerar aquí. Para colmo la casa estaba más lejos de lo que inicialmente creímos y acabamos despidiéndonos del dueño sabiendo, todos, que no volveríamos a vernos. Fin de la historia.

A la vuelta, en el coche, Margarita y yo buscábamos una salida de la desconocida carretera que nos permitiera llegar al Carrefú. Aprovechar el viaje para hacer unas compras.

Casi no me llamó la atención que se le pasara la enorme torre que en la relativa lejanía señalaba la ubicación de la gran superficie y no llegué a sospechar, pero la cosa reventó cuando hizo un único comentario: oye ¿te has fijado lo raro que olía en la casa?

Sí señor, no se había llevado las gafas. Con los habituales dos cojones.

martes, 18 de agosto de 2009

Discriminación Positiva

Tuve casi escrito un post sobre una cena con los novios, ya esposos, a la vuelta del viaje de bodas. Lo borré. Con mi habitual envidia y mala intención criticaba el precio para la mierda de pitanza que nos habían puesto. Pero me pareció que la cosa no tenía más interes (menos aún del habitual) y lo borré. Fue en un restaurante eh... digamos con encanto pero pijo. Juer, tal vez soy redundante. Bueno, vamos a concluir que la persona que hizo de paganini (yo no, antes muerto) consideró el lugar adecuado para el alto rango de la pareja. Bueno, no, de la pareja no, de la novia, ya esposa. Pagó la suegra de ella, por si no había quedado claro.

La cosa no tendría, insisto, la mayor importancia si no fuera porque mañana toca invitar a comer al otro hermano casado del novio, hoy esposo. Éste, cuya boda también costó una pasta pero fue, sin duda, de menos categoría, no ha pegado ningún barguetazo. Todo lo contrario. Ha ido a dar con una chica de familia numerosa venida a menos, floja como un muelle de guita, que no vale para nada y que, naturalmente, su suegra no la traga. Comerán en el merendero del pueblo. No podía ser de otra manera.

Justicia distributiva, creo que se llama el concepto.

P.S.: La excusa: que se ha quedado tiesa después de los gastos (normal, estaba cantado). Aunque por alguna razón que escapa a mi ruda sensibilidad masculina, algo de la culpa de que acaben (yo no iré) en un restaurante de mala muerte la tengo yo.

lunes, 10 de agosto de 2009

Ya han vuelto

Ya han vuelto los novios, ahora esposos, de su viaje a Las Maldivas ¡Nada menos!

Casi dos semanas haciendo... nada. Nada de nada. Quiero decir nada que no hubieran hecho antes. Nada.

Ni excursiones, ni monumentos, ni actividad alguna, bueno, algo de buceo (acompañados de monitor, ¡menuda aventura!) para hacerse la foto. Y es que el sitio no tenía nada que ver, no han salido del "resort" o como se diga eso. Todo lo que comentan es que si les limpiaban la habitación dos veces al día, que si deberían aprender los hosteleros españoles de los hosteleros maldivos (¿se dice así?), que si vieron en cueros a la inglesa que tenían en el bungalow de al lado, o que barato el tabaco y caro el alcohol; sorprendente en un país islámico. Resumiendo: han ido a gastar pela, no importa en qué. Un nivelazo.

Ellos que son tan ecologistas, ¿cuántas toneladas de dióxido de carbono se han emitido para llevarlos allí? porque para lo que han estado haciendo, se podían haber ido a Tenerife. O a un balneario en Mondoñedo que les pilla aquí mismo. Pero claro, ir a Tenerife es de pobres, de eso no se presume ante nadie y de eso va la cosa.

Lo que me voy a reir si aguanto un poco.




domingo, 2 de agosto de 2009

To have and to have not... flowers

Queridos parroquianos, éste su humilde servidor, el que limpia la mierda, fue el encargado de llevar al novio y a la madrina al acontecimiento planetario: La Boda De La Niña. No me pregunten por qué. Si alguna vez lo suelto, será en estado de coma etílico.

El caso es que los llevé en mi coche. El mío, el único que tengo, sí, ése que si lo pido más barato iría a pedales. ¡Después de tanto beemeuve y tanta polla!

Me habían dicho algo de ponerle flores al coche, pero se ve que no había asumido el asunto en toda su mismidad. Vamos a contarlo:

Llevo el coche recién lavado (por mí, a mano) a la puerta de la casa y una tía desconocida y un hermano del novio, bajo la atenta mirada de la abuela, comienzan a fijar con celofán adhesivo, a la altura de los picaportes, unos ramos de verdolagas envueltas en tul capaz, cada uno, de satisfacer el apetito de un pequeño rebaño de cabras hambrientas.

¡Virgen Santa, que vergüenza me entró por el cuerpo! Ahora entiendo aquello de mi madre: "es más cursi que un catre con perinolas".

Con el oremus más perdido que la batalla de Trafalgar, volé hecho una moto a la escena del crimen (estético), arranqué de un tirón una de las verdolagas y ordené que retiraran las demás; que aquello era ridículo.

Oyes, lo que es la propiedad privada. Y la sorpresa. Obedecieron sin rechistar. Pusieron todo el forraje en la bandeja trasera del coche, con mi permiso, y ahí se quedó.

Como es natural, entre ésa y otras cosas que no cuento, el viaje hasta el lugar del Magno Acontecimiento Planetario disfrutó de un ambiente... ehhh... ahhh... vamos a decir algo espeso. Pero me desvío del asunto, lo importante es que:

El novio llegó sin flores.

Termino ya el relato: para llevar a la novia, el Rey de Oros alquiló un Rolls. Sí, queridos amigos !no me digan que les extraña! El coche probablemente iría cargado de flowers. Miles de flowers rodeando a la más hermosa de todas ellas. La llegada habría de ser espectacular. Nada es demasiado para La Niña del magnate.

El caso es que hasta entre los ricos hay clases. Y ya tengo dicho que estos ricos -que lo son y mucho- son de la clase de abajo. Y las empresas que se dedican a arrendarle servicios a éstos los tienen bien calados. También lo tengo dicho (véase lo del tío que corta el jamón).

Sigo: si a Botín le alquilan un Rolls para llevar a la niña al casorio, el Rolls va revisado. Y, si me apuran, detrás va otro por si las moscas. Naturalmente el Rey de Oros no es Botín, es más bien un mindundi con dinero. El Rolls se averió por el camino. Se quedó tirado. Con La Niña y su padre dentro y las flowers por fuera. Nadie nos contará jamás como eran sus caras en ese glorioso momento, la de La Niña y la del Rey de Oros. Nadie. Pero las podemos imaginar.

Detrás iba algún familiar con un coche... sin flores. Recogieron a los náufragos y los acercaron al lugar del Magno Acontecimiento Planetario. Pero,

La novia llegó sin flores.

Pura justicia poética.

viernes, 24 de julio de 2009

El Tío Que Corta EL Jamón

Todo a punto para la ceremonia del siglo. La boda de la niña. Los salones gran lujo, las flores, el menú, los centros de mesa, trajes, regalos, autobús para la vuelta de beodos, fotos, fotógrafo...

Pero el padre de la niña descubre que... ¡no han previsto al tío que corta el jamón! ¿Cómo es posible que en la primera boda de mi única hija no haya un tío cortando jamón? Intolerable.

Dos llamadas de teléfono y ya está arreglado. En el magno acontecimiento habrá un "rincón del jamón" y, naturalmente, allí, en medio, un tío cortando el jamón.

Es una obviedad decir que en la empresa que tienen contratada para la ceremonia deben tenerle la medida muy bien tomada a esta clase de gentuza. Y, claro, además del "rincón del jamón" ha aparecido un "rincón del Moët", lo cual no estaba previsto. ¿Habrá también, allí, en medio, un tío descorchando el Moët? ¡qué preguntas tengo! pues claro.

Los dos "rincones" los paga el rico, él solo, de su profundo bolsillo. Ya le saca al menos una de ventaja a los pobres. ¿Casualidad? ¿Intencionado?

En realidad soy un mal pensado. En esto todo, y todos, son inocentes.

Y muy, muy horteras.

Una última cuestión: ¿se habrán dado cuenta que haría falta poner también "el rincon del Chandon"?

jueves, 23 de julio de 2009

Indecencia

Una aclaración previa: cada uno con lo suyo puede hacer lo que le pete. La única limitación razonable es que lo haga sin causar mal a nadie. Un mal físico, tangible.

Me habían hecho creer, o yo me había creído, que el costo por barba del festejo iba a ser de cien euros. Y me parecía un disparate. Nunca aprenderé; ya lo tengo dicho. Serán ciento setenta euros por cristiano.

Ciento sesenta invitados, a ciento setenta euros por barba: veintisiete mil euros. Fundidos en un rato. A mayor gloria de la niña. Y de los horteras de sus padres.

El dinero está para gastarlo. En lo que el dueño quiera. Lo que es indecente es consentir que lo gaste quien no puede hacerlo. Y más aún si aprecias al pagano. Está claro a quién señalo. La parte de los pobres que más cerca me pilla va a aportar al sarao la curiosa cantidad de cuatro mil y pico de euros. Aparte las flores y quién sabe qué más.

No había más que una persona que podría y debería haber parado esto: el novio. No lo ha hecho. Y no ha sido por vergüenza. De eso estoy seguro.

La fuerza del cariño.

Lo dicho: indecente.

viernes, 10 de julio de 2009

Objetores

No me lo esperaba. De los que dijeron que asistirían a la boda, hay dos ahora que dicen que no. Sorprendente por un lado, razonable por otro.

Sorprendente porque cuesta perderse un circo y más si ya has pagado. Con el regalo. Y ciertamente esta boda -la ceremonia- lo va a ser. Como lo fue la pedida. A mi juicio, claro está, que habrá otros -cientos, miles- a los que les parecerá todo normal.

Razonable porque a uno de los objetores (objetora en este caso) se la llevan los demonios contemplando el pelotazo, digo el braguetazo. Por pura envidia, está claro: para pasar un mal rato, mejor no ir.

El otro objetor es el marido de la anterior y padre de los hijos de ambos, así que su absentismo es, me temo, obligado.

Se me olvidaba: la excusa ha sido que no tienen dónde dejar a los niños.

El tercer objetor es el abuelo del novio. Comunista de la vieja escuela, estalinista furibundo y machista, amargado al no comprender que los demás hayamos ignorado el paraíso que nos prometían los suyos, parece razonable que no asista a cosa de tanto lujo, a algo tan burgués, tan capitalista. Sin embargo las inexplicadas razones bien podrían ser otras.

Y hay, al menos, un cuarto objetor en ciernes: yo.

Siempre me pareció imposible escaquearme sin armar un cristo dada mi situación en el circo: soy el que limpia la mierda. Pero tal vez haya una posibilidad...

jueves, 2 de julio de 2009

El negocio

El casorio que aquí relato es un caso típico de braguetazo. Muertohambre que se casa con niña rica. El gran golpe. La vida resuelta.

Pero no lo veo tan claro.

Antiguamente el matrimonio no se podía disolver o, al menos, hacerlo era muy difícil. Pero ahora no. Y este factor le da un giro gordo al asunto.

Antes, cuando te casabas con una niña rica, con cuartos, los tenías pillados a todos. A la niña y a sus padres. Aquéllo no tenía marcha atrás y la única forma de que la niña no padeciera era tenerte a tí contento. Para colmo el régimen matrimonial habitual era de gananciales por lo que cuanto más tiempo transcurriera más gorda era la pelota.

Ahora darte la patada es fácil. Facilísimo si, para colmo, eres un tío. El chantaje es al revés: oye, capullo, ándate con tiento o todo esto que tienes a tu alrededor y que no es tuyo lo vas a perder de vista para siempre jamás.

¿Qué tenemos en nuestro caso?

El novio, futuro marido, vive en una casa que vale un pastón pero que no está a su nombre; ha metido en esa casa que no es suya un buen dinero (para él) en muebles que difícilmente podría sacar de ahí en caso de conflicto o, que si los saca, habría que ver en qué condiciones o dónde los mete o ambas cosas.

Por otro lado y hasta el momento, que yo sepa, los futuros suegros no han movido un dedo por mejorar la situación digamos económico-laboral del figura. Le han pagado viajes muy caros, le han "prestado" el coche de la hija y alguna que otra cosa pero no han hecho nada para que aumente su nivel de ingresos mediante su trabajo. Y creo que podrían hacerlo. Tal vez después de la boda. Tal vez.

Si la situación sigue como hasta ahora, el novio, futuro marido, va a tener que cogérsela con papel de fumar. Tendrá que aguantar todo lo que le echen y más. No tiene otro salida. Bueno sí: largarse.

Total, dependencia absoluta y eterna de su mujer y sus suegros. Igual que una mascota, que el perrito, que el gatito. Es lo que le han puesto a la niña, el osito de peluche del que se encaprichó. Pero en esto el más tonto hace relojes y la cadena que le han colocado al cuello es del mejor acero. La nueva vida de esta especie de pijoaparte, que no su nueva situación económica, que es la misma de antes, no se la harán pagar con dinero pero tal vez lo desearía.

Lo tengo dicho anteriormente. No le arriendo la ganancia.



viernes, 26 de junio de 2009

Los Muebles

Me llamaba la atención que cada vez que aparecía el novio por mi casa, solo o acompañado y desde hacía más de un año, la conversación pasaba, más tarde o más temprano, por Ikea.

Lo guay que eran los muebles de Ikea, la alta calidad de sus acabados (?), su diseño tan avanzado, tan limpio, tan a la última. Se alababa cuán al día estaban de las tendencias de la moda del mueble.

Qué raro me resultaba aquello. Pensaba que era puro snobismo. Que Ikea estaba de moda y en eso éstos pretenden estar a la última. Pronto se les pasaría, creía yo, en cuanto las amistades y conocidos (de ellos) dieran el tema por demodé y ya no fuera "cool" tratar el tópico.

Un capítulo más de mi oceánico desconocimiento de las costumbres humanas, es decir de las costumbres más extendidas entre mis semejantes, es el que trata de la liturgia de un casorio de manual. Y es que resulta ¡que los muebles los compra el novio! Yo eso no lo sabía. Cuando me casé no teníamos casa para meter muebles y cuando la tuvimos los fuimos comprando poco a poco por orden riguroso de "imprescindibilidad" y en completo régimen de gananciales.

Pues resulta que eso no se hace así. Los muebles los compra el novio. ¡Ahí estaba la clave de tanta loa a Ikea y a su señora y sueca madre!

En eso y en el notable detalle, ya comentado en este bló, de la "tiesez" económica del novio. El pobre hombre estaba vistiendo el muñeco. Ikea, si uno se empeña, es muy, muy barato. Pero claro, si uno se desenvuelve entre beemeuves, veinte mil leguas de viaje a donde sea y casoplón, no puede explicar que se compra los muebles en Ikea por la sencilla razón de que o se los compra ahí o en Conforama o se sientan a comer en el suelo de gres de diseño.

Los muebles están comprados en Ikea y puestos. Ya no se habla de Ikea. Ya no hace falta.

Se me olvidaba: los electrodomésticos los ha pagado la madre del novio íntegramente. Desconozco cuánto ha puesto para lo de Ikea.


lunes, 22 de junio de 2009

La pedida (II)

A estas cosas uno creía que asisten pocas personas. Seis, para ser exactos. ¿No?
Pues no: catorce, incluyendo una niña de seis años, que acabó durmiendo acostada en dos sillas, y un bebé de meses.

¿De dónde pueden salir tantos? –se puede preguntar uno-. Estas son las cuentas:

La madre y el padre del novio, el novio propiamente dicho, sus dos hermanos, la mujer de uno de ellos y los dos hijos del matrimonio. Ocho.

Del otro bando: La novia, la madre y el padre, una tía (hermana del padre) y su marido (el gordito) y otro tío. Seis.

Qué pintaba allí toda esa tropa, jamás lo sabremos.

Lo gracioso es que los ricos se emperifollaron a tope. ¿Qué no se pondrán el día B, el de la boda? Destacó, según relato de la madre del Figura, la tía de la novia quien ganó el premio a la espectacularidad… y al ridículo. Vestido de Adolfo Domínguez comprado para la ocasión -ya se encargó ella de decirlo- con un lazo en la barriga que, según las crónicas, llegó al evento casi cuatro minutos antes que su portadora. El vestido, cuentan, hubiera estado bien para una quinceañera, pero no tanto para una cincuentona. Los zapatos y el bolso a juego, de lentejuelas de papel albal. O así, qué malas son las mujeres cuando hablan unas de otras.

Los de nuestro bando iban de trapillo. Lo que estarán rajando los arreglaos. Se lo deben de estar pasando bomba. A eso fueron. A que se notara bien lo ricos que son.

Los regalos:

El regalo de la novia ya lo he descrito. No había dicho nada del regalo del novio porque no lo conocía, claro está.

Apareció la futura suegra con una caja como para unas botas de esquí del 43. ¡Y de allí salió un reloj de pulsera! ¡Un reloj de pulsera en una caja como para dos o tres ensaimadas mallorquinas! Del reloj no sé mucho, tal vez pueda contar algo en próximas entregas.

Como estaba previsto, el festín lo pagaron los ricos. Bueno, el padre rico, que tuvo mucho cuidado en hacerlo en recepción, bien a la vista de todo el mundo (la cosa fue en un hotel), firmando un recibo. Nada de Visa o pelas, que se vea que el Sr. tiene cuenta en la casa.

A estas alturas del relato podríamos tener una clave para entender todo esto. ¿Por qué le ha tocado la lotería a este? Al novio, digo. Pues porque no podía ser de otra manera. Los padres de la novia son unos nuevos ricos. Unos nuevos ricos de libro. Y claro, a los ricos viejos, a los que mearon alfombras, no llegan. No pueden llegar, no hay más que verlos en acción. Jamás habrían podido casar a la niña con el hijo de ninguna familia de las de debó. Esto que están comprando -insisto, comprando- es a lo más que pueden llegar: Un desgraciao con buena pinta que dé el pego.
Lo cual me lleva a otra consideración: no le arriendo la ganancia. Al desgraciao me refiero, naturalmente.

Pero de eso ya hablaremos otro día.

miércoles, 17 de junio de 2009

La Pedida

Nadie se la esperaba. De sopetón. Aviso sorpresa del novio: tal día es la pedida.

Joder, llevan metiéndose en la cama juntos un par de años y nada menos que en la habitación de al lado del dormitorio de los padres de ella. ¡Han podido contarles los polvos! ¿Qué coño (en sentido literal) hay que pedir que no se haya concedido ya?

No será en casa de la novia. Restaurante de postín, así que supongo que pagarán los ricos. Allí se verán los futuros consuegros por segunda o acaso tercera vez en todo el noviazgo.

Lo tradicional es que los "pedidores", los padres del novio, hagan un regalo a la novia. Algo de la tienda del joyero. Supongo que para compensar lo que le va a caer encima a la pobre. Pues el asunto es peliagudo: ¿qué joya se le puede regalar a alguien que tiene mil veces más dinero que tú?

Tengo que confesar que no sé lo que han hecho, ni sé exactamente cuánto se han gastado. Sé que la compra ha sido por separado. El regalo de la madre, un anillo, se ha conseguido sacrificando una joya familiar. Y me han dicho que el regalo del sablista lo ha comprado el novio, acompañado de la madre, con dinero previamente entregado por su padre.

No me lo creo. Lo que sí sé es que el sablista pretendió que el novio adelantara el parné. No lo consiguió: en primer lugar porque el novio lo conoce ligeramente y en segundo porque está más tieso que la mojama. ¿De dónde habrá salido ese dinero? ¿A quién le habrá dado la estocada? No me atrevo a escribir lo que sospecho.

martes, 16 de junio de 2009

La Casa

Naturalmente propiedad de los padres de ella. Y de ellos sigue siendo. Es otro aviso a navegantes. Por si no hubiera quedado claro de qué va el juego y sus reglas.

Urbanización de ricos pero no es un chalet. Unifamiliar adosado, de unos 15 años de antigüedad, nunca antes utilizado como vivienda. Pero claro, hay que hacer reformas. No vamos a meter a la niña en una casa vieja. Si va a enseñar al marido a las amistades ¿no va poder presumir también de casa?

La divisa no podía ser otra: "que no falte de ná". No hay límite de gasto. Pagan los padres de la novia. A fin de cuentas invierten en su propia casa; son ricos, no tontos. Por eso lo son, porque no son tontos.

Imposible no contratar a un arquitecto de interiores; bueno, quiero decir, un maestro albañil maricón reciclado en decorador (es curioso este mundo nuestro). Dicen que es bueno; al menos está bien considerado en ciertos ambientes pijoprogres de tercera.

El proyecto ha costado 15000 leuros en números redondos. La obra, ejecutada por el mismo artista del diseño, ha debido multiplicar varias veces esa cantidad. Total una fortunita.

Ha quedado a la última. Muy bien. Exteriores e interiores. Se ha remozado todo. Minimalismo a tope, materiales de última generación. Modernísimo. Superguay.

Lástima que concluida la obra hayan descubierto que la casa carece de aislamiento térmico. Son cosas que pasan. Tal vez papá y mamá paguen, también, la factura del aire acondicionado y calefacción. Que no se note lo que me alegro.

domingo, 14 de junio de 2009

Él

Un tarambana. En certeras palabras de su abuelo, va de sobrao. Es una mala persona.

Alto, guapo, no tiene un duro. Hijo de un matrimonio que nunca fue, padres separados y venidos a menos. El padre, a quien clona, es un gandul; sablista de libro, se le podría encontrar, si se perdiera, siguiendo el rastro de deudas impagadas. La madre, víctima de todos, ha trabajado como una negra para salir del pantano donde la dejó el marido. Contempla la boda, que le está costando un pastón, con sentimientos encontrados.

¿Estudios del niño? no se le conocen. Más bien no los tiene: la ESO y tal vez algo de formación profesional. Hace fotos. Sin domicilio fijo. Vago. Después de mil vueltas, picando aquí y allá monta, al segundo intento, un chiringuito con unos amiguetes y venden publicidad: carteles, vallas, páginas güeb, lo que pillan. Trabaja poco y a salto de mata, lo que sale; aparentemente va tirando, tal vez con alguna ayuda externa. Va justito.

Moderno a rabiar. Superguay. De izquierdas por tradición familiar, ejerce de pijo sin titulación.

La boda es el negocio de su vida y lo sabe. Sus propios suegros, al tanto de todas sus circunstancias, se lo han hecho ver clarito con toda la intención del mundo: Le han tenido viviendo en su casa (la de ellos) ocupando la misma habitación de la hija, le han pagado buenos viajes y, probablemente, alguna cosa más. Se pasea con el BMW -algo viejo- de la novia la cual ha acabado recibiendo, no sé si por capricho o en compensación por la pérdida, un coche pequeño de lo más pijo y con todos los detalles. Naturalmente pagado por sus padres.