Sorprendente porque cuesta perderse un circo y más si ya has pagado. Con el regalo. Y ciertamente esta boda -la ceremonia- lo va a ser. Como lo fue la pedida. A mi juicio, claro está, que habrá otros -cientos, miles- a los que les parecerá todo normal.
Razonable porque a uno de los objetores (objetora en este caso) se la llevan los demonios contemplando el pelotazo, digo el braguetazo. Por pura envidia, está claro: para pasar un mal rato, mejor no ir.
El otro objetor es el marido de la anterior y padre de los hijos de ambos, así que su absentismo es, me temo, obligado.
Se me olvidaba: la excusa ha sido que no tienen dónde dejar a los niños.
El tercer objetor es el abuelo del novio. Comunista de la vieja escuela, estalinista furibundo y machista, amargado al no comprender que los demás hayamos ignorado el paraíso que nos prometían los suyos, parece razonable que no asista a cosa de tanto lujo, a algo tan burgués, tan capitalista. Sin embargo las inexplicadas razones bien podrían ser otras.
Y hay, al menos, un cuarto objetor en ciernes: yo.
Siempre me pareció imposible escaquearme sin armar un cristo dada mi situación en el circo: soy el que limpia la mierda. Pero tal vez haya una posibilidad...
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