Me habían hecho creer, o yo me había creído, que el costo por barba del festejo iba a ser de cien euros. Y me parecía un disparate. Nunca aprenderé; ya lo tengo dicho. Serán ciento setenta euros por cristiano.
Ciento sesenta invitados, a ciento setenta euros por barba: veintisiete mil euros. Fundidos en un rato. A mayor gloria de la niña. Y de los horteras de sus padres.
El dinero está para gastarlo. En lo que el dueño quiera. Lo que es indecente es consentir que lo gaste quien no puede hacerlo. Y más aún si aprecias al pagano. Está claro a quién señalo. La parte de los pobres que más cerca me pilla va a aportar al sarao la curiosa cantidad de cuatro mil y pico de euros. Aparte las flores y quién sabe qué más.
No había más que una persona que podría y debería haber parado esto: el novio. No lo ha hecho. Y no ha sido por vergüenza. De eso estoy seguro.
La fuerza del cariño.
Lo dicho: indecente.
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