La cosa no tendría, insisto, la mayor importancia si no fuera porque mañana toca invitar a comer al otro hermano casado del novio, hoy esposo. Éste, cuya boda también costó una pasta pero fue, sin duda, de menos categoría, no ha pegado ningún barguetazo. Todo lo contrario. Ha ido a dar con una chica de familia numerosa venida a menos, floja como un muelle de guita, que no vale para nada y que, naturalmente, su suegra no la traga. Comerán en el merendero del pueblo. No podía ser de otra manera.
Justicia distributiva, creo que se llama el concepto.
P.S.: La excusa: que se ha quedado tiesa después de los gastos (normal, estaba cantado). Aunque por alguna razón que escapa a mi ruda sensibilidad masculina, algo de la culpa de que acaben (yo no iré) en un restaurante de mala muerte la tengo yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario