viernes, 24 de julio de 2009

El Tío Que Corta EL Jamón

Todo a punto para la ceremonia del siglo. La boda de la niña. Los salones gran lujo, las flores, el menú, los centros de mesa, trajes, regalos, autobús para la vuelta de beodos, fotos, fotógrafo...

Pero el padre de la niña descubre que... ¡no han previsto al tío que corta el jamón! ¿Cómo es posible que en la primera boda de mi única hija no haya un tío cortando jamón? Intolerable.

Dos llamadas de teléfono y ya está arreglado. En el magno acontecimiento habrá un "rincón del jamón" y, naturalmente, allí, en medio, un tío cortando el jamón.

Es una obviedad decir que en la empresa que tienen contratada para la ceremonia deben tenerle la medida muy bien tomada a esta clase de gentuza. Y, claro, además del "rincón del jamón" ha aparecido un "rincón del Moët", lo cual no estaba previsto. ¿Habrá también, allí, en medio, un tío descorchando el Moët? ¡qué preguntas tengo! pues claro.

Los dos "rincones" los paga el rico, él solo, de su profundo bolsillo. Ya le saca al menos una de ventaja a los pobres. ¿Casualidad? ¿Intencionado?

En realidad soy un mal pensado. En esto todo, y todos, son inocentes.

Y muy, muy horteras.

Una última cuestión: ¿se habrán dado cuenta que haría falta poner también "el rincon del Chandon"?

jueves, 23 de julio de 2009

Indecencia

Una aclaración previa: cada uno con lo suyo puede hacer lo que le pete. La única limitación razonable es que lo haga sin causar mal a nadie. Un mal físico, tangible.

Me habían hecho creer, o yo me había creído, que el costo por barba del festejo iba a ser de cien euros. Y me parecía un disparate. Nunca aprenderé; ya lo tengo dicho. Serán ciento setenta euros por cristiano.

Ciento sesenta invitados, a ciento setenta euros por barba: veintisiete mil euros. Fundidos en un rato. A mayor gloria de la niña. Y de los horteras de sus padres.

El dinero está para gastarlo. En lo que el dueño quiera. Lo que es indecente es consentir que lo gaste quien no puede hacerlo. Y más aún si aprecias al pagano. Está claro a quién señalo. La parte de los pobres que más cerca me pilla va a aportar al sarao la curiosa cantidad de cuatro mil y pico de euros. Aparte las flores y quién sabe qué más.

No había más que una persona que podría y debería haber parado esto: el novio. No lo ha hecho. Y no ha sido por vergüenza. De eso estoy seguro.

La fuerza del cariño.

Lo dicho: indecente.

viernes, 10 de julio de 2009

Objetores

No me lo esperaba. De los que dijeron que asistirían a la boda, hay dos ahora que dicen que no. Sorprendente por un lado, razonable por otro.

Sorprendente porque cuesta perderse un circo y más si ya has pagado. Con el regalo. Y ciertamente esta boda -la ceremonia- lo va a ser. Como lo fue la pedida. A mi juicio, claro está, que habrá otros -cientos, miles- a los que les parecerá todo normal.

Razonable porque a uno de los objetores (objetora en este caso) se la llevan los demonios contemplando el pelotazo, digo el braguetazo. Por pura envidia, está claro: para pasar un mal rato, mejor no ir.

El otro objetor es el marido de la anterior y padre de los hijos de ambos, así que su absentismo es, me temo, obligado.

Se me olvidaba: la excusa ha sido que no tienen dónde dejar a los niños.

El tercer objetor es el abuelo del novio. Comunista de la vieja escuela, estalinista furibundo y machista, amargado al no comprender que los demás hayamos ignorado el paraíso que nos prometían los suyos, parece razonable que no asista a cosa de tanto lujo, a algo tan burgués, tan capitalista. Sin embargo las inexplicadas razones bien podrían ser otras.

Y hay, al menos, un cuarto objetor en ciernes: yo.

Siempre me pareció imposible escaquearme sin armar un cristo dada mi situación en el circo: soy el que limpia la mierda. Pero tal vez haya una posibilidad...

jueves, 2 de julio de 2009

El negocio

El casorio que aquí relato es un caso típico de braguetazo. Muertohambre que se casa con niña rica. El gran golpe. La vida resuelta.

Pero no lo veo tan claro.

Antiguamente el matrimonio no se podía disolver o, al menos, hacerlo era muy difícil. Pero ahora no. Y este factor le da un giro gordo al asunto.

Antes, cuando te casabas con una niña rica, con cuartos, los tenías pillados a todos. A la niña y a sus padres. Aquéllo no tenía marcha atrás y la única forma de que la niña no padeciera era tenerte a tí contento. Para colmo el régimen matrimonial habitual era de gananciales por lo que cuanto más tiempo transcurriera más gorda era la pelota.

Ahora darte la patada es fácil. Facilísimo si, para colmo, eres un tío. El chantaje es al revés: oye, capullo, ándate con tiento o todo esto que tienes a tu alrededor y que no es tuyo lo vas a perder de vista para siempre jamás.

¿Qué tenemos en nuestro caso?

El novio, futuro marido, vive en una casa que vale un pastón pero que no está a su nombre; ha metido en esa casa que no es suya un buen dinero (para él) en muebles que difícilmente podría sacar de ahí en caso de conflicto o, que si los saca, habría que ver en qué condiciones o dónde los mete o ambas cosas.

Por otro lado y hasta el momento, que yo sepa, los futuros suegros no han movido un dedo por mejorar la situación digamos económico-laboral del figura. Le han pagado viajes muy caros, le han "prestado" el coche de la hija y alguna que otra cosa pero no han hecho nada para que aumente su nivel de ingresos mediante su trabajo. Y creo que podrían hacerlo. Tal vez después de la boda. Tal vez.

Si la situación sigue como hasta ahora, el novio, futuro marido, va a tener que cogérsela con papel de fumar. Tendrá que aguantar todo lo que le echen y más. No tiene otro salida. Bueno sí: largarse.

Total, dependencia absoluta y eterna de su mujer y sus suegros. Igual que una mascota, que el perrito, que el gatito. Es lo que le han puesto a la niña, el osito de peluche del que se encaprichó. Pero en esto el más tonto hace relojes y la cadena que le han colocado al cuello es del mejor acero. La nueva vida de esta especie de pijoaparte, que no su nueva situación económica, que es la misma de antes, no se la harán pagar con dinero pero tal vez lo desearía.

Lo tengo dicho anteriormente. No le arriendo la ganancia.