(I) Recapitulación.
Hace cinco años y pico dejamos a la feliz pareja más o menos cómodamente instalada en su prestado y flamante
adosado en urbanización de alcurnia, a La Niña ya esposa trabajando por
cuenta ajena en el departamento de publicidad y marketing de una empresa del
textil y con el Figura, ya esposo, ejerciendo de fotógrafo publicitario
autónomo con desigual fortuna. Con eso de "desigual fortuna" pretendo decir que unas veces cobra y otras no. O sea, la
cosa regular tirando a mal. La sede de la actividad fotográfica (se ha especializado en moda) ejercida en solitario es un local comprado ex profeso por el Rey de Oros tras la fastuosa boda. Todo el apero: cámaras, óptica, focos, reflectores, mesas de maquillaje, fondos, etc. (que cuesta un huevo) ha debido de ser adquirido también por el mismo pagano porque, recuerden, el Figura lo único que puede aportar es eso: figura. Otro desembolso, sin duda del mismo origen, ha sido la asistencia del artista a unos carísimos cursos de fotografía de moda realizados en Madrid con profesorado seleccionado de entre la flor y nata de los fotógrafos de moda patrios. Al final el potentado se decidió a invertir en su familia política. Cierto es que siempre dudé de que lo hiciera y, como veremos más adelante puede haber permitido y propiciado la catástrofe. Los caminos que llevan al infierno están pavimentados con buenas intenciones.
Sigamos con el tema económico: Ni de coña hay en la familia Niña-Figura ingresos suficientes para mantener la casa y la vida de la pareja. Ha de haber algún desprendido capitalista (vuelta a lo mismo) que aporte lo faltante. No es necesario imaginar quién. E obvio.
Sigamos con el tema económico: Ni de coña hay en la familia Niña-Figura ingresos suficientes para mantener la casa y la vida de la pareja. Ha de haber algún desprendido capitalista (vuelta a lo mismo) que aporte lo faltante. No es necesario imaginar quién. E obvio.
En los, digamos, tres y pico de años siguientes al último
post, el de 5 de noviembre de 2011, la vida de la pareja siguió así y no
produjo ningún hecho destacable. Todo de lo más aburrido cuando, de
repente…
(II) El Salto
Cuántico.
Al Figura le sale un trabajo. Esperen, me explico: participó en un ‘casting’ de fotógrafos para el departamento de publicidad de una importante y afamada empresa del textil y logró uno de los puestos que se ofertaban. Abandona el “estudio” cuyo material es liquidado a precio de saldo y se
coloca por cuenta ajena. Bien: ingresos fijos y no el salto de mata que llevaba hasta ahora. Enhorabuena.
Pero ¡ay! El puesto de trabajo está lejos, a unos doscientos y pico de
kilómetros de la casa de los suegros del Figura y de la casa de la pareja,
la que con tanto cariño, dinero ajeno y, sobre todo, bombo se puso.
Recuerden: casa propiedad de los suegros del Figura como todo lo demás: el coche, el local, la factura de la luz, del agua, del gas y hasta, créanme, la de la peluquería del novio.
Hay que encontrar un nuevo hogar, hacer la mudanza… el típico follón de un traslado. La importante empresa lo paga. Menos mal, un gasto menos para... el Rey de Oros.
Recuerden: casa propiedad de los suegros del Figura como todo lo demás: el coche, el local, la factura de la luz, del agua, del gas y hasta, créanme, la de la peluquería del novio.
Hay que encontrar un nuevo hogar, hacer la mudanza… el típico follón de un traslado. La importante empresa lo paga. Menos mal, un gasto menos para... el Rey de Oros.
Se meten en un piso de alquiler que paga la pareja. Nada parecido al domicilio anterior como pudimos comprobar un tiempo después. Esto de ahora pierde por muchos puntos. Bien situado pero tiroteado
por mil inquilinos y conservado por la propiedad muy por debajo de la raya de lo
presentable.
Pero a pesar de las dificultades y como pasó con los muebles de Ikea (ver post correspondiente), todo son elogios; no sólo al espantoso piso sino a la empresa, a su departamento de fotografía, a la extraordinaria organización, al sistema de trabajo, al horario y hasta a su excelente comedor para empleados.
Pero a pesar de las dificultades y como pasó con los muebles de Ikea (ver post correspondiente), todo son elogios; no sólo al espantoso piso sino a la empresa, a su departamento de fotografía, a la extraordinaria organización, al sistema de trabajo, al horario y hasta a su excelente comedor para empleados.
La joven esposa, a pesar de sus limitaciones (lo diré claro: es tonta del bote) encuentra trabajo, no sabemos
muy bien de qué, en otra empresa de allí mismo (disculpen que no diga dónde, Vds. me comprenderán) y que, curiosamente, tiene la
misma actividad que la abandonada por el traslado. Uno, de natural mal
pensado, no puede evitar ver la mano del Rey de Oros. Acontecimientos que aún
quedan lejanos en el tiempo, pero no tanto en este relato, harán ver que esta
sospecha no tendría por qué ser un disparate.
(III) Algo no va bien en el Reino de Dinamarca.
El nuevo trabajo del Figura requirió, a poco de comenzar, frecuentes desplazamientos a otra de las
sedes de la empresa situada a más de mil kilómetros de distancia. El traslado por
vía aérea y el alojamiento en hotel iban, como es lógico, a cuenta de la empresa.
Al poco el Figura anuncia el inminente traslado a una ciudad próxima a esa sede tan lejana. Esto no tuvo nada de chocante pues hubo semanas (hasta donde yo sé) con más días laborables en el más allá que en el más acá. Sería la segunda vez que el figura se traslada a una residencia que tiene que buscar él y en esta ocasión se repitió el protocolo que se puso en marcha en la primera, quisiera describirlo pero me falta capacidad de hacerlo. De repente el mundo gira ¡qué digo el mundo, no, el universo! en torno a ese nuevo piso aún por encontrar. La madre del Figura, mi mujer, recibe interminables llamadas telefónicas en donde se le va informando de todos y cada uno de los pisos que su hijo ve, ventajas, inconvenientes, precios, distribución, superficie, estado del edificio, etc. Pero todo en plan muy intenso, en plan drama, en plan asunto transcendental del que dependiera el futuro de la humanidad o algo. Ya ves tú que todo eso a mi señora se la refanfinfla aunque, madre en el fondo y a su pesar, le da consejos, su opinión, etc.
En fin, que en eso estábamos cuando... nada de nada. Aquello se lo tragó la tierra. Nunca más se supo. Siguieron donde estaban.
Al poco el Figura anuncia el inminente traslado a una ciudad próxima a esa sede tan lejana. Esto no tuvo nada de chocante pues hubo semanas (hasta donde yo sé) con más días laborables en el más allá que en el más acá. Sería la segunda vez que el figura se traslada a una residencia que tiene que buscar él y en esta ocasión se repitió el protocolo que se puso en marcha en la primera, quisiera describirlo pero me falta capacidad de hacerlo. De repente el mundo gira ¡qué digo el mundo, no, el universo! en torno a ese nuevo piso aún por encontrar. La madre del Figura, mi mujer, recibe interminables llamadas telefónicas en donde se le va informando de todos y cada uno de los pisos que su hijo ve, ventajas, inconvenientes, precios, distribución, superficie, estado del edificio, etc. Pero todo en plan muy intenso, en plan drama, en plan asunto transcendental del que dependiera el futuro de la humanidad o algo. Ya ves tú que todo eso a mi señora se la refanfinfla aunque, madre en el fondo y a su pesar, le da consejos, su opinión, etc.
En fin, que en eso estábamos cuando... nada de nada. Aquello se lo tragó la tierra. Nunca más se supo. Siguieron donde estaban.
Raro, raro. Muy raro.
Pocos meses después del salto cuántico la madre del novio me
dijo: quiero ver el piso del Figura, podríamos ir, pasar allí una noche y
volvernos a la mañana siguiente; tienen un cuarto para invitados. A ver qué le iba a responder. Fuimos.
El acto culminante de la visita de poco más de 24 horas fue una cenita de los cuatro en un figón próximo al domicilio de la
pareja protagonista de estas mal contadas historias. Naturalmente pagó mi
señora pero lo más interesante de la velada fue una explosiva confidencia del
novio: mi jefa es idiota, no tiene ni idea, no organiza bien el trabajo, pretende fotografiar tal
cosa de esta manera cuando eso destacaría la mala calidad del producto, le
envío emails, no los lee y encima me echa en cara que no le informo...
¡Huy, qué cosa más chunga! ¡Pero chunga, chunga, chunga!
(IV) El Segundo Salto. Doble O Nada.
El figura cambia de empresa.
Se veía venir después de lo de la cena. La nueva nueva empresa es del mismo gremio que la antigua nueva. Potente y con nombre. Aunque no tanto como la otra. Ha transcurrido apenas un año.
Cambiar de residencia es obligatorio y añade otros ciento y pico de kilómetros a la distancia a la casa madre. Cuando digo Madre quiero decir de todos los dineros que la pareja necesita para tirar mes a mes. Cuatrocientos kilómetros hasta la residencia habitual del Rey de Oros. Ochocientos kilómetros de viaje de ida y vuelta no es una cosa para hacer todos los fines de semana. Se van, pero esta vez la Niña no encuentra trabajo o no lo busca, no lo sé, tal vez los dedos de papá no son lo suficientemente largos.
La falta de relación de mi mujer y de un servidor de Vds. con los padres de La Niña hizo que nos perdiéramos las caras que debieron de poner con ocasión de este segundo salto. Hubiéramos pagado por verlas.
Se veía venir después de lo de la cena. La nueva nueva empresa es del mismo gremio que la antigua nueva. Potente y con nombre. Aunque no tanto como la otra. Ha transcurrido apenas un año.
Cambiar de residencia es obligatorio y añade otros ciento y pico de kilómetros a la distancia a la casa madre. Cuando digo Madre quiero decir de todos los dineros que la pareja necesita para tirar mes a mes. Cuatrocientos kilómetros hasta la residencia habitual del Rey de Oros. Ochocientos kilómetros de viaje de ida y vuelta no es una cosa para hacer todos los fines de semana. Se van, pero esta vez la Niña no encuentra trabajo o no lo busca, no lo sé, tal vez los dedos de papá no son lo suficientemente largos.
La falta de relación de mi mujer y de un servidor de Vds. con los padres de La Niña hizo que nos perdiéramos las caras que debieron de poner con ocasión de este segundo salto. Hubiéramos pagado por verlas.
Ubicados en una vivienda notablemente mejor que la anterior
pero en un ambiente extraño, con una vida e incluso un clima al cual no están
habituados, doblan la apuesta: la Niña queda preñada.
La ilusión es máxima, universal. Dibuja sonrisas en todas las caras. Arden los facebuques del matrimonio, amigos y familiares. La criatura más guapa, más afortunada, más
deseada, más querida pronto va a llegar. Es el primer nieto o nieta de
la única hija del matrimonio más feliz y con más dinero que nadie… de su
entorno. La felicidad aparente de las dos parejas
revienta los límites del sistema solar. Se desencadena una ola de kitsch que nos llega a todos más
arriba del culo.
El embarazo transcurre como Dios manda y el alumbramiento,
algo trabajoso como en todas las primerizas, tiene lugar en un flamante hospital
público de la ciudad donde reside el Rey de Oros. Ni locos la Niña iba a parir
lejos de sus padres ¿A que no os sorprende?
Es un varón. Por fuerza ha de ser el más apuesto a este lado del Mississipi y al otro lado también, a ver quién le lleva la contraria al tío de los dineros.
Es un varón. Por fuerza ha de ser el más apuesto a este lado del Mississipi y al otro lado también, a ver quién le lleva la contraria al tío de los dineros.
Por cuestiones laborales, a este humilde relator y a su
señora, la madre del Figura, nos pilla el acontecimiento lejos. Hacemos cuanto podemos por volver rápido pero llegamos al día siguiente del galáctico acontecimiento, justo cuando, según nos dicen, están a punto de
abandonar el hospital todos ellos: el bebé, la madre, el padre y el resto del matrimonio, es decir los padres de la Niña. Nos piden retrasar unas horas la visita y hacerla en la
casa del Rey de Oros donde la recién estrenada madre pasará una temporada para
recuperarse de las fatigas del trance. Naturalmente accedemos, Dios nos libre
de ser un estorbo.
Acudimos a eso de las siete de la tarde. Nos reciben los
consuegros de mi mujer y el Figura. El sol del cercano ocaso entra amarillento por las
ventanas del costado oeste del piso iluminando un salón del tamaño de una lonja de subastar pescado. Este salón abre uno de sus laterales a una cocina magnetohidrodinámica o algo así con pinta de poco o ningún uso. Una especie de mesa reglamentaria de ping-pong puesta en vertical resulta ser el televisor. Nuestros zapatos profanan madera maciza que, al paso, suena del grosor de un paquete de mantequilla
del Mercadona. Curioso: no hay obras de arte a la vista. Con nuestras plebeyas posaderas desairamos los cojines de suave piel color crema, casi blanca, de
un celestial sofá de tres plazas RocheBobois auténtico, muy poco parecido a los
del folleto del Conforama depositado hace unos días en nuestro buzón.
Nos hacen esperar unos minutos pues la madre está con otra
visita, salen y pasamos a lo que resulta ser el dormitorio de los padres de la Niña. Allí, en medio
de una cama tamaño a juego con el salón está el niño. El niño y su madre. Tumbada en la cama pero no dentro. Parece que algo o alguien la hubiera depositado suavemente sobre el cubrecama.
Lo más chocante: está vestida y arreglada como para salir a la calle. Esto yo no lo había visto nunca. Lo normal es encontrar a madre tan reciente en bata o en lo que sea que uno se pone para estar en casa pero no así. Si alguien tiene una explicación que no se la guarde y nos la cuente.
Lo más chocante: está vestida y arreglada como para salir a la calle. Esto yo no lo había visto nunca. Lo normal es encontrar a madre tan reciente en bata o en lo que sea que uno se pone para estar en casa pero no así. Si alguien tiene una explicación que no se la guarde y nos la cuente.
Tras alabar sinceramente, es decir, con toda la sinceridad
que puedo, a la madre y al niño y felicitar al padre de la criatura, los dejo
en aquel aposento extraordinario en compañía de la señora de este servidor de Ustedes, y
vuelvo al amigo RocheBobois, donde me entretengo hojeando
una revista especializada en la revisión y comentario de relojes suizos de altísima gama que alguien, seguro que casualmente, había dejado por allí. Los consuegros de mi señora ya no estaban, marcharon a comprar la cena, pueden interpretarlo como quieran.
La aparición en la estancia del Figura con su madre indicó el fin de la visita. Regresé al santuario, digo al dormitorio, donde solo faltaban el olor a incienso y un cuarteto de cuerda interpretando el adagio de Barber, a despedirme de la recentísima madre y
nos marchamos. Fue nuestra primera visita al piso del Rey de Oros y, no lo
sabíamos entonces, había de ser la última.
(V) El Principio Del Fin.
Transcurrido el permiso de paternidad (es el padre quien está de permiso, recuerden que la Niña
no trabaja) la pareja regresa a su casa en el más allá. No les puedo poner, por
razones evidentes y para no dejarles el monitor hecho un asco de babas y almíbar, las fotos del feliz quinteto publicadas en las redes sociales así como
los comentarios de ellos mismos y conocidos. Antes fue la barriga de la madre, ahora es el niño en brazos del
padre, el niño en brazos de la madre, de la mujer del Rey de Oros… poses estudiadas, composiciones perfectas. No olvidemos que hay un
profesional de la fotografía, y bastante bueno, en casa.
Pero algo falla. Algo falla a lo grande.
En los meses siguientes la Niña pasa en la casa de sus padres semanas enteras y con bastante frecuencia. Al principio lo achacamos a que la inexperta madre se agobia con el niño y no le damos importancia. El Figura, aprovechando fines de semana, lleva a las dos joyas que viven con él a casa de sus
suegros, deja allí el tesoro y vuelve solo al más allá. Los recoge el finde siguiente. Vale que eso ocurra una vez pero, ya lo he dicho, no tan a menudo. La cosa canta. Mucho. Primer aviso.
Volvimos a ver a la pareja y al niño, a los cuatro meses del alumbramiento, con motivo de una
reunión de la familia de mi mujer en su tierra de origen. Aprovechamos para cenar con ellos. En el restaurante la Niña
está histérica, el Figura muy trankilo, el bienvenido llora sin parar,
la cena está en la mesa y la situación no es cómoda aunque nada extraordinaria,
los niños suelen llenar todo de mierda, son así. Pero la pareja decide que madre e hijo marchen al cercano alojamiento, la cena se hará lo
más breve posible y el padre se reunirá con ellos cuando termine. Acompaño a la
madre hasta la puerta del hotel. Durante el paseo el niño se tranquiliza y se
duerme. Han sido cinco minutos de ida al hotel y dos o tres la vuelta al
restaurante pero nada más sentarme se produce la primera llamada telefónica de la
Niña. La segunda y última es a los diez minutos. El Figura, con cara de funeral,
se levanta, se despide y se va. Media cena se queda en la mesa, anulamos un par
de platos que estaban sin servir y nos vamos. Este servidor de Vds, el que
limpia la mierda, no volverá a ver al niño ni a la imbécil (en el buen sentido
de la palabra) de su madre jamás. Laus Deo.
(VII) El Salto Mortal. Tú a Boston, yo a California.
Esta historia toca a su fin. La madre del Figura recibe una noticia sorpresa: el buen hombre tiene un nuevo trabajo. Ha enviado su curriculum vitae a otras empresas de
lo mismo y, tras la pertinente entrevista, en una de ellas lo contratan. Debo informaros que esta nueva, nueva, nueva
entidad (van tres) es menos conocida pero fabrica de mejor calidad que las dos anteriores
y, además, tiene más proyección y prestigio internacional. Parece una mejora pero
nos extraña lo poco que le dura al colega un trabajo que, al parecer, hace bien. Habían transcurrido algo más
de dos meses de aquélla última y frustrada cena.
El lugar a donde debe marchar se encuentra en España pero a mil doscientos
kilómetros por carretera del piso-palacio del Rey de Oros que es, no nos vamos a engañar a estas alturas, el auténtico hogar de la Niña.
Todos estos traslados, follones e inestabilidades debe de parecerse muy poco a la vida que Rey de Oros y Señora planearan para su única hija.
Todos estos traslados, follones e inestabilidades debe de parecerse muy poco a la vida que Rey de Oros y Señora planearan para su única hija.
El nuevo y tercer trabajo comienza en mes y medio.
Debo hacer un inciso: No puedo reproducir aquí las
circunstancias y contenido exacto del relato cargado de comentarios racistas largado por el Figura revelando el "auténtico" motivo de su marcha de la
segunda empresa en menos de dos años. Exacto, lo han adivinado, el mismo de su salida de
la primera: no aguanta a sus inútiles jefes. Estos oídos que se comerán los
gusanos fueron testigos directos de la perorata por pura casualidad, yo no debería haber estado
allí.
Se va pero no se llevará a su mujer ni a su hijo. ¿Les sorprende? Ha acordado todo el club, quiero decir el cuarteto, que ambos residirán en la ciudad de donde salieron hace no mucho más de
dos años. Allí, nos cuentan, los padres de ella tirarán una vez más de talonario y les arreglarán un apartamento que poseen en el mismo edificio donde está el
piso-palacio. Mientras tanto vivirán con ellos. Sorprendentemente la Niña encuentra trabajo en... la misma empresa donde trabajaba antes de la diáspora ¿Recuerdan lo que les decía de la mano del Rey de Oros?
El Figura recorrerá la distancia que separa a las dos partes de su familia cuando pueda y con los medios de transporte que estén a su alcance ¿Qué puede salir mal?
El Figura recorrerá la distancia que separa a las dos partes de su familia cuando pueda y con los medios de transporte que estén a su alcance ¿Qué puede salir mal?
¿No les parece a Vds que algún adulto miembro del cuarteto debería haber dicho que todo esto es un disparate? Al contrario. Todos parecen tener
claro que el futuro profesional del Figura está en este nuevo salto y que
merece la pena hacer el sacrificio. Así las cosas el fotógrafo se busca en el
más allá del más allá un apartamento de una habitación y hace la mudanza en el coche
pequeño, aquél que el Rey de Oros había comprado a la Niña quien se queda con
un enorme SUV nuevo, regalo del magnate a la pareja por haberle dado
un nieto (Casualmente tanto ese nuevo auto como el pequeño están a nombre de la firma del potentado; detalle sin importancia ¿verdad?) Se lleva todos sus efectos personales, es decir la ropa, el
Iphone de pijo, la brocha, la cuchilla y el jabón de afeitar ¿Ven ya la jugada? Sí, queridos amigos, el nuevo trabajo lo consigue el sinvergüenza, pero la oportunidad la aprovecha el hombre de negocios.
El Figura se traga el cebo, el anzuelo, el sedal y parte de la caña ¡Estoy disfrutando como un enano!
El Figura se traga el cebo, el anzuelo, el sedal y parte de la caña ¡Estoy disfrutando como un enano!
El primero en decir en casa lo que es obvio soy yo: ese
matrimonio se ha ido a la mierda. La Sra. de este humilde servidor me gana la partida diciendo que lo sabe desde antes de la boda. La creo.
Aprovechando uno de los viajes desde más allá del confín de la galaxia se planea una comida que reúne a mi mujer, al Figura, a uno de los hermanos del Figura (el que puso y quitó las flores en mi
coche cuando la boda) al marido de éste (sí, han leído bien), a la Niña y
al bebé. Nadie habla de lo que está por pasar. El evento social, al cual no asistí
por motivos laborales, transcurrió con normalidad. Según testimonio de mi mujer no
parecía que hubiera malos rollos. Sin embargo, el matrimonio enfilaba sus últimas semanas.
El niño con más suerte del mundo y el más guapo y
fotografiado del continente europeo cumplió su primer año de vida poco después.
Se celebró con una fiesta a la altura del Rey de Oros. En palabras del padre de la criatura,
venido ex profeso desde el límite del universo observable, aquello pareció el cumple de
Froilán. Sí, Froilán, el hijo de otra tonta. Mi mujer no pudo asistir por motivos de salud: no le dio la gana a pesar de la invitación telefónica de la Niña.
La fiesta de cumpleaños de la mierda del niño fue, a la vez, la ceremonia de clausura del matrimonio.
La siguiente noticia fue el comienzo de las negociaciones de los términos del divorcio. De una parte el Figura, de la otra… ¿la
Niña? No, hombre, no. No me sean Vds. ingenuos, de la otra parte el Rey de Oros,
nunca hubo nadie más. El matrimonio, queridos amigos, no fue con la Niña, no. Fue del fotógrafo con el Rey de
Oros y su dinero. Lo que pasa es que había que poner un chocho de por medio.
FIN
Post Scriptum: Se me olvidaba, le hicieron devolver el coche
pequeño. El Figura, el gran Sobrao, el pijo, el no va más, agachó cabeza y rabo e hizo los mil doscientos kilómetros en una etapa. Volvió en avión sableándole el importe del billete a mi señora, su madre. Broche de oro. Sinvergüenza y desgraciao
de mierda hasta el final.